Child of the light

Child of the light
Jackson 5

sábado, 8 de mayo de 2010

Child of the light cap 2

Agua…

Eso fue lo único que sintió Jim después de aquella conmoción, era como si le hubieran echado una enorme cubetaza de agua en la cara, haciéndole abrir los ojos de golpe.

No entendía lo que había pasado, casi no recordaba lo ocurrido ni era capaz de reconocer en dónde estaba. Le costó trabajo identificar que se hallaba en medio de la calle.

¿Qué había sido eso? El relámpago, el agua, era raro, ¿Acaso se había visto atrapado en medio de una tormenta?

Pero pronto recordó… no se hallaba en la calle, no hacía unas horas; estaba en la bodega, trabajando para Sam, no podía haberse visto atrapado en una tormenta.

Recordó también el ruido, el hecho de haber ido a revisar y encontrarse con aquella persona… ¿Quién era? Lo conocía, sí, eso lo recordaba, pero no ubicaba su rostro, era como si se hubiese borroneado con el golpe o el agua.

No había podido decirle ni una palabra a esa persona, pues este le había apuntado con una pistola, sin darle más tiempo que para abrir los ojos desmesuradamente ante la sorpresa; luego, el destello, la quemadura, el dolor, el agua…

No lo entendía, Jimmy no lo entendía, ¿Qué había sido eso? ¿Un mal sueño? ¿Qué significaba? ¿Qué él había…

Apoyó su mano en un poste que se hallaba sobre la acera por la cual caminaba, pero no pudo afianzarse a él, por el contrario, su mano atravesó el metal como si fuera aire.

…muerto?

Se hallaba muerto… ¿Pero… cómo… por qué? Aquel rostro conocido, aquel sujeto que conocía y no recordaba le había matado dejando desamparada a su familia.

¡Su familia! Al pensar en ellos, la angustia lo embargó. Corrió con todas sus fuerzas con rumbo a su casa, quizá al llegar ahí toda esa estúpida pesadilla se acabaría, él abriría los ojos de nuevo y se daría cuenta de que estaba en su cama. No le costó mucho llegar a Harlem, su barrio; parecía que el solo hecho de pensarlo le había transportado a la entrada de aquel camino lúgubre de casas pobres y gente con mirada de desesperanza.

Caminó aprisa hasta su casa; su madre y sus hermanos se hallaban ahí. Jimmy estiró su mano para tomar el picaporte de la puerta, pero nuevamente le atravesó como si no existiera; esto le hizo sentir que su angustia aumentaba.

Entró a la pequeña casa traspasando la puerta y miró en su interior. Su madre tenía poco de haber llegado y se encontraba sentada en el desvencijado sillón de la sala, rodeada de sus niños quienes la atendían para ayudarle a descansar de la larga jornada del día.

-¿No ha llegado Jimmy?- Inquirió la señora a su hija, una jovencita de trece años que, amorosamente le ayudaba a sacarse los zapatos.

-No, y me urge que llegue, necesito pedirle un favor.-

-Aretha… ya te he dicho que no molestes a tu hermano, él trabaja muy duro por nosotros y lo que menos necesita es que le des problemas.-

-¡Pero solo quiero pedirle que me acompañe!- Insistió Aretha, con un puchero de suplica.

-¿Pero a dónde quieres ir, niña?-

- A ver a su novio.- Dijo otro de los niños más pequeños, muy divertido. La madre hizo un gesto de extrañeza.

-¡Los Jackson 5 están en Nueva York!- Exclamó la niña emocionada. -¡Es parte de su gira, acaban de llegar ayer en la mañana! Quiero ir a dónde al Plaza, ahí se están quedando, quiero ver si puedo ver a Jermaine y quizá pedirles un autógrafo.-

La madre rió ante la efusividad de su hija.

-¡Ah!, ya veo que querían decir con tu novio. Bueno, pregúntale a tu hermano si puede acompañarte, pero si no puede no insistas, ¿de acuerdo?-

Aretha palmoteó contenta ante el permiso otorgado por su madre. Feliz, sacó de uno de los estantes un LP que Jimmy reconoció como aquel que le obsequió en su cumpleaños,
El tan famoso “Third album” que le había conseguido a su hermana con sacrificios y que por suerte aun no se había rayado de tanto que lo tocaba la niña.

Jim se dio la vuelta, consternado; dio unos pasos y salió del lugar, atravesando de nuevo la puerta.

Ellos no sabían aun lo que le había ocurrido, incluso lo esperaban… por Dios… y lo peor es que ni siquiera podía decirles que estaba muerto, nadie había notado su presencia.

¿Qué habría pasado con su cuerpo? ¿Lo habrían levantado los policías? Quería averiguarlo, pero… ¡¿Cómo carajos hacerlo, maldita sea?! ¡¿Cómo carajos actuar si se hallaba muerto?! No es muy común que un fantasma llegue a la delegación de policía preguntando por su propio cadáver y peor aun, ninguno de ellos podría verlo, eso era seguro.

Desesperado ante esta situación, lloró, lloró como nunca lo había hecho en su vida. Trató de recordar las pocas cosas espirituales que había aprendido, y miró a su alrededor, pensando que quizá algún mensajero o guía del más allá aparecería para indicarle lo que debía hacer, que camino debía tomar o a donde acabaría su alma, el cielo o el infierno.

Pero nada, solo la nada, la gente pasaba frente a él sin notarlo, siguiendo con sus vidas, absortos en sus propias existencias como para notar que él ya no estaba ahí.
Se sentó frente a la casa, y la angustia volvió a embargarlo; sintió que todo a su alrededor se tornaba en penumbras.

Eso, hasta que de pronto una débil, pero brillante luz se dejó ver frente a él.
Levantó la mirada en su búsqueda, pero se había perdido, más no fue por mucho tiempo, pues otra vez volvía a titilar ante sus ojos.

Se puso de pie, buscando el origen de aquella luz parpadeante, buscando si el mensajero que esperaba había llegado.

Nada.

Antes de volver a abstraerse en su pena, percibió un sonido, un sonido que tras vibrar unos instantes, provocaba aquella breve luz pacificadora. Cuando reconoció el sonido que provocó aquella luz, casi se cae de espaldas.

Era una canción de los “nenes de chicle” no, de hecho, no era en sí la canción, sino la voz, la voz “chillona” de la que tanto se había quejado antes, cada que el timbre de ese niño se dejaba oír desde el tocadiscos en el interior de su hogar, la luz parpadeaba, débil pero brillante frente a él. La voz del niño se le revelaba por primera vez, tan clara y fina.

Era una locura, pero, quizá esa era la solución. Si la voz de ese niño era capaz de provocar esa reacción tal vez era una señal, quizá él era más de lo que aparentaba…

No era seguro, pero hasta ahora era lo único que tenía. Recordó lo dicho por Aretha y se encaminó al centro de la ciudad, rumbo al plaza, con la esperanza de encontrar la ayuda que necesitaba.

No hay comentarios: